Supongamos que somos jefes de una gran red social con millones de usuarios registrados por todo el mundo. En un principio creeríamos estar en una situación increíblemente mágica y beneficiosa, pero seamos realistas, todo tiene su lado negativo. Dejemos que todos nuestros usuarios puedan compartir con sus “amigos” todo aquello que quieran. Están en nuestra red social y son libres de hacer lo que quieran.
Entendamos que hay gente de todas las edades y de todo el mundo. Entonces, depende qué tipo de contenidos compartan los usuarios con otros usuarios pueden causar molestias o problemas. Parece que tenemos un caso que puede conllevar muchos problemas por resolver.
Bien dejemos de imaginar y visionemos a Facebook censurando la fotografía de una madre dando de amamantar a su hijo por enseñar el pecho. Esto puede ser considerado por muchos como algo pornográfico, incluso obsceno. Ahora dejemos que se viralice el video de una decapitación que presuntamente pretende denunciar este tipo de actos. Bien, hemos conseguido a toda una comunidad de usuarios alzando la voz fuera de la red social reclamando mejores políticas y condiciones.
La medida tomada por Facebook para esto ha sido el prometer escuchar más a sus usuarios y ofrecer una alerta de contenido en todo aquello que se revise y se sepa que pueda ofender a uno o varios colectivos. Quizás la medida más sensata, visto los resultados. Más “me gusta” y veces compartido el video de la decapitación que no la fotografía de la madre y su hijo. ¿Dónde llegaremos?
Si nosotros fuéramos los jefes de tal red social, añadiríamos un punto más y reclamaríamos menos hipocresía por parte de los usuarios. Vivimos en un mundo donde el sensacionalismo da muchos ingresos a las grandes empresas de la comunicación. Desde fotógrafos hasta jefes de agencias de noticias se nutren de un producto que se reclama por parte de la sociedad.
Asumamos que no por compartir la foto de un perro ahorcado en un árbol vamos a conseguir que se capture antes al monstruo que hay detrás de tal acto. Pensemos en la imagen que estamos dando, ¿realmente necesitamos compartir tal atrocidad para demostrar que estamos en contra de eso mismo?
Lo mismo pasa con estos videos, vemos una imagen hermosa y bella y seguro que como mucho comentamos o le damos a me gusta, nada más. Lo que nos interesa es compartir aquello que puedan ver nuestros amigos y les alarme. En verdad dentro de Facebook somos nuestros propios “comerciantes” del sensacionalismo. Ahí reside nuestro error.
Facebook limitará el contenido dejando bien claro que el contenido puede ofender tras haber escuchado a los usuarios. Pero nosotros ¿aprenderemos de una vez que compartir algo atroz no nos hace defensores de su erradicación si no avivadores de su viralidad? El caso de la madre amamantando a su hijo podría haber despertado a más de uno y hacerle ver que la intención es muy diferente a la de quien colgó el video de la decapitación y que los usuarios podrían haber marcado la diferencia.
Compartamos amor y arte y censuremos el morbo y la sangre fácil. Si hay algo que queramos denunciar, hagámoslo pero no publicando en nuestro muro el video grabado por un demente, si no tomando medidas pertinentes, y esas medidas se toman fuera de la red social.